martes, 9 de noviembre de 2010

Danubio celeste, filántropo mágico. Desde la costa donde moran los infantes solemnes, índigos en batalla, se oyen lamentos y gritos de buey enamorado. Las delicias opacan las bellezas de un rey, cuya corona fue dejada sobre la mesa de luz de Catherine. Dentro de la corona dejó asentado en una hoja de papel ocre: “De repente lo que es exquisito, y aparentemente placentero a mis sentidos, no es más que superficialidad extrovertida. Siento en mí la retórica de un idiota que no contiene su mandíbula, la paz abominable y también idiota ese pánico al Silencio.”

2 comentarios: